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Ya he hablado de la película «Godzilla» y algún día probablemente le dediqué un artículo a «King Kong», dos cintas de monstruos que cualquier cinéfilo que se precie calificaría de clásicas, tanto por su antigüedad (la primera data de 1954, y la segunda de 1933), como por su impacto en la forma de hacer cine.

Aunque Kong goza del honor de ser el primer monstruo gigante en saltar a la fama; si nos centramos en los números, el coloso japonés gana por goleada, ya que el gran gorial solo ha protagonizado seis largometrajes (siete, si contamos «El hijo de Kong», aunque en ésta el papi estaba criando malvas), mientras que Godzilla ronda ya los treinta, pudiendo presumir, además, de haber tenido una presencia más continuada en el tiempo. Actores disfrazados de monstruos gigantescos, animatrónicas para los primeros planos y maquetas de ciudades creadas con el único fin de ser destruidas son los ingredientes de una fórmula cuyo éxito ha durado más de cincuenta años.

En «Godzilla vs. King Ghidora», el monstruo japonés no solo se enfrenta a su mayor y más temible enemigo, sino también a robots y viajes en el tiempo. Preparaos un café y acompañadme en esta esperpéntica aventura.

Recapitulando una de monstruos

El presente, año 1992 (yo de vosotros me quedaría con las fechas; son importantes). El joven escritor Kenichiro Terasawa recibe una llamada de su editora pidiéndole que escriba un artículo sobre un presunto OVNI (u «OFNI», según el doblaje español) que está sobrevolando Japón; pero Terasawa le contesta que ya no está interesado en la ciencia-ficción y que, en adelante, solo escribirá sobre arte y literatura. Por lo tanto, decide escribir un libro sobre dinosaurios. Sí, la coherencia no es el fuerte de esta cinta. De todos modos, se lo perdonamos porque los dinosaurios molan y nunca hay un producto de más sobre ellos.

Para documentar su libro, Terasawa entrevista a un viejo combatiente de la II Guerra Mundial, que afirma haber visto un dinosaurio vivo. Se supone que ocurrió en 1944, en la Isla de Lagos, y que el dinosaurio salvó al viejo y a su guarnición de las tropas estadounidenses. A partir de esta historia, Terasawa llega a la conclusión de que la bomba H probada en Lagos en 1954 convirtió a aquel dinosaurio en Godzilla. Yo también tengo una teoría: las películas de Godzilla tienen más gracia si se ven con dos copas de más. Voy a servirme la primera.

Mientras yo me refresco el gaznate, los hombres importantes de Japón, esos que llevan traje y se sientan alrededor de una mesa cubierta de papeles que ninguno de ellos se ha molestado en leer (¿para qué está si no el becario?), discuten sobre el OFNI y al final deciden que lo mejor es poner a los militares en marcha. Ya está bien de hacer todo el día el vago en el cuartel.

Al rato, dos helicópteros localizan el OFNI cerca del monte Fuji, pero la supuesta nave alienígena los vuela en mil pedazos. Lógicamente preocupados, los hombres importantes se trasladan al lugar del suceso para ponerse en contacto con los visitantes, que, mira tú por dónde, no son extraterrestres, sino paisanos nuestros venidos del futuro, del año 2204 para ser precisos, y el OFNI, claro está, es en realidad una máquina del tiempo.

Como la película es de principios de los noventa, resulta reconfortante que el director y guionista Kazuki Omori escogiera una fecha tan lejana para su futuro ficticio, ya que da un poco de lástima ver películas como «Regreso al futuro II» y observar que, para 2015, Hollywood pensaba que ya habría coches voladores. En cambio, ¿por qué no una máquina del tiempo en el 2204? Para entonces, incluso los hijos de los que nacieron en el año del estreno estarán criando malvas.

Los visitantes del futuro advierten a los hombres importantes que si Godzilla no es eliminado, Japón será devastado por el monstruo. Esto es terrible, claro, porque los blogs de Kirai y de Flapy no existirían jamás. ¿Os imagináis la vida sin ellos?

Por suerte, como no es cuestión de dar la mala noticia y largarse, los visitantes también proponen una solución: retroceder hasta el año 1944 para evitar que el dinosaurio de Lagos se convierta en Godzilla. ¿Y cómo saben ellos que el dinosaurio es Godzilla? Pues porque han leído el libro que nuestro amigo Terasawa escribirá en el futuro basándose en la historia que le contó aquel viejo soldado que mencionábamos más arriba. Fascinante, ¿eh? Sin embargo, hay un pequeño detalle que no puedo quitarme de la cabeza (otra cosa en la que pensar aparte de las últimas fotos de Pilar Rubio para «FHM»), y es que nadie menciona los dos helicópteros que destruyó el OFNI. ¿Acaso los japoneses no sienten curiosidad por saber por qué les dispararon los tipos del futuro? ¿No deberían sospechar un poco de ellos? ¿Tanto les cuesta pedir explicaciones? ¿Haría bien en servirme otra copa? Apuesto a que sí.

El grupo de afortunados que viajará al año 1944 está integrado por el escritor Terasawa, una chica japonesa que repitió papel en otras cinco o seis películas de Godzilla, un experto en dinosaurios cuyo nombre no me molesté en memorizar, la japonesa del futuro Emmy Kano y el androide alopécico M-11, que, gracias a los peores efectos especiales que podáis imaginaros, protagoniza las escenas más vergonzantes de la cinta; y eso es mucho decir cuando estamos hablando de una película con tipos metidos en trajes de goma interpretando a monstruos de cien metros de altura.

En la nave también irán tres pequeñas mascotas voladoras llamadas dorats, que a mí, personalmente, me recuerdan al Poti-Poti de «Los Aurones», aunque tienen alas en lugar de brazos y no son del todo verdes ni van zurrando la badana por doquier. Supongo que es otra de esas asociaciones raras, como la del color de los días de la semana. Y de aquí pasamos a…

El pasado, año 1944. Al sobrevolar los mares que rodean la Isla de Lagos, la nave-máquina del tiempo es avistada por la flota norteamericana, que, por supuesto, tiene algo que decir al respecto:

Mayor: Tiene razón, señor. Parecía una nave de otro planeta, pero… ¿Debemos informar, señor?
Comandante: ¿De que nos están invadiendo unos hombrecillos verdes del espacio exterior? Dejemos que sea nuestro secreto. Así tendrá algo que contar a sus nietos cuando los tenga, mayor Spielberg.

¡Pues claro! De ahí sacó Steven Spielberg sus ideas para «Encuentros en la tercera fase» y «E.T.: El extraterreste». Debéis reconocer que es una ocurrencia buenísima. Seguro que incluso estaba apuntada en papel higiénico. ¡Vamos a por otra copa!

Los viajeros del tiempo aterrizan en Lagos y allí son testigos de cómo un dinosaurio parecido a un T-Rex aniquila y ahuyenta a los soldados estadounidenses cuando estaban a punto de masacrar a la guarnición japonesa de la isla, tal y como el viejo combatiente contó a Terasawa en 1992. El escamoso salvador no es otro que el antepasado de Godzilla, el Godzillasaurus, una variedad de lagarto gigante tan exclusiva y rara que no la encontraréis ni siquiera en «Dinosaurios», la enciclopedia coleccionable.

Después de que los soldados japoneses se despidan de su inesperado salvador, el androide M-11 teletransporta al dinosaurio al mar de Bering, con lo que, supuestamente, Godzilla dejará de existir. Sin embargo, antes de regresar al presente, Emmy abandona a los dorats en la isla sin que los demás se enteren. ¿Comenzáis a oler a chamusquina? Yo desde luego que sí.

No, esperad, es que se me están quemando unas tostadas. ¿Otra copa, amigos?

El presente, año 1992. Los hombres importantes confirman a nuestros protagonistas que Godzilla ha desaparecido, lo cual, si lo pensáis durante un segundo, no tiene ningún sentido, porque si el monstruo no hubiera existido jamás, nadie lo recordaría, y no es el caso.

Ahora bien, el verdadero problema es que la radiación de la bomba H que estalló en 1954, en lugar de crear a Godzilla, ha fusionado a los dorats y los ha transformado en King Ghidorah, un colosal dragón tricéfalo que está bajo el control de los visitantes del futuro. ¿Cuál era entonces su verdadero propósito? ¿Jugar a ser dioses? ¿Destruir Japón? Parece que esto último. Malditos bastardos… Ahí es donde hacen los mejores videojuegos.

Mientras King Ghidora arrasa Fukuoka, los japoneses se dan cuenta de que lo único que puede detener al monstruo es otro monstruo (lógica elemental de primero de E.G.B.); pero como Godzilla ya no existe, deciden enviar al mar de Bering un submarino cargado hasta las trancas de misiles nucleares para transformar en Godzilla al Godzillasaurs que teletransportaron allí en 1944. Sin embargo, cuando el submarino japonés llega al mar de Bering, resulta que Godzilla ya está allí, y el monstruo destruye el buque con su aliento atómico, absorbiendo la radiación de los misiles y volviéndose más poderoso que nunca. ¿Cómo es esto posible? ¿No debería Godzilla haber sido borrado de la historia? ¿Conseguiré servirme una copa más sin derramar todo el whisky por el suelo?

Teresawa encuentra una explicación para todo esto en un recorte de prensa de 1970 sobre un submarino nuclear ruso que se hundió en el mar de Bering. Esto nos lleva (o, al menos, debería llevarnos) a la conclusión de que el Godzillasaurus no mutó debido a la bomba H de 1954, pues, como ya sabemos, no se encontraba allí en ese momento, sino a causa de la radiación del submarino ruso en 1970. Es decir, al mover al Godzillasaurus de sitio, los visitantes del futuro no solo no consiguieron eliminar a Godzilla, sino que, de hecho, crearon a Godzilla. Y si no lo entendéis, tampoco importa, porque dentro de muy poco los monstruos estarán dándose de hostias y la trama dejará de importar. ¡Bien!

Godzilla llega a las costas de Sapporo y comienza su periplo de destrucción en dirección a Tokyo. Los tipos del futuro, viendo que sus planes pueden irse al traste, envían a King Ghidora para aniquilarlo, con lo que comienza la madre de todas las batallas.

Al principio, parece que King Ghidorah tiene las de ganar, ya que tres cabezas muerden más que una; pero Emmy traiciona a sus compañeros del futuro y, con ayuda de Terasawa y del androide M-11 convenientemente reprogramado, destruye el ordenador con el que controlaban a King Ghidorah.

Aprovechando la confusión del monstruo tricéfalo, Godzilla contraataca salvajemente y arranca una de las cabezas a su rival con su aliento atómico. Después lanza el cuerpo al mar, y retoma su agradable paseo. La-la-ra-la-li-to…

Llegados a este punto, creo que conviene que repasemos la situación: para parar a King Ghidorah, los japoneses necesitaban a Godzilla; pero ahora que el rey de los monstruos ha vuelto, en lugar de echarles una mano, está arrasando el país, y nada ni nadie puede detenerlo salvo King Ghidora, al que Godzilla ya ha derrotado. ¿Qué pueden hacer nuestros héroes para arreglar este desaguisado? Pues viajar al año 2204, rescatar a King Ghidorah del fondo marino y traerlo de vuelta a 1992 reconvertido, gracias a la avanzada tecnología del siglo XXIII, en Mecha-King Ghidorah, mitad robot, mitad tío en un disfraz de goma. ¿Os duele la cabeza? Yo desde luego necesito una aspirina. Última copa, lo juro.

La confrontación final entre Godzilla y Mecha-King Ghidorah tiene lugar en plena ciudad de Tokyo, y débeis creerme cuando os digo que es la bomba, aunque describírosla no serviría de nada. No obstante, y por contaros algo, he marcado en un mapa dónde se producen los sucesivos ataques y combates a lo largo de la película. También he dibujado a Godzilla bailando «el Carlton» con King Kong, pero no quiero estropear el ritmo de la narración tan cerca del final, así que reservaremos esa obra de arte para otro momento.

Pilotado por Emmy, Mecha-King Ghidorah consigue arrastrar a Godzilla fuera de Tokyo y, finalmente, ambos monstruos se hunden en el mar. Tras de sí, quedan una ciudad en ruinas y unos seguros de hogar a precios estratosféricos. Por último, Emmy regresa a su tiempo, aunque no sin antes confesar a Teresawa que ella es su descendiente, lo cual no viene a cuento, pero habría supuesto un shock tremendo si estos personajes llegan a enrollarse, lo cual estaba casi cantado.

Valoración

Moderadamente cutre y con mucho encanto. Muy recomendable para los aficionados al género daikaiju o a los viajes en el tiempo, y también para los alcohólicos empedernidos.

Qué cocido estoy.

Fuentes

«Gojira vs. Kingu Gidorâ» en IMDb

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‘Godzilla’ (1954)
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