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Salvo que pasarais la primera mitad de la década de los 90 viviendo debajo de una roca, los que seáis de mi quinta probablemente recordaréis la serie de dibujos animados «Capitán Planeta». En ella, cinco estereotipos étnicos llamados a sí mismos los «planetarios» protegían la Tierra de la polución con ayuda de unos anillos mágicos que, entre otras coloridas giliflautadas, podían invocar al Capitán Planeta, un superhombre de piel azulada y mullet verde, cuya única debilidad era la propia contaminación que combatía. En definitiva, no solo se trataba de ganar pasta con los dibujos y su correspondiente merchandising, sino también de inculcar a los niños el respeto por el medioambiente.

La serie, dicho sea de paso, era mediocre incluso para los estándares de la época; pero, rompiendo una lanza a su favor, añadiré que todos la vimos alguna que otra vez por mucho que nos burláramos de ella. Yo incluso llegué a tener algunos muñecos de la serie; en particular, recuerdo haber jugado con un Capitán Planeta que cambiaba de color si lo mojabas con agua caliente. Como los cangrejos, vamos.

Aparte de los juguetes, la serie también contó con su propia colección de cómics y algunos videojuegos, entre ellos uno de NES, desarrollado por Mindscape, que he probado recientemente y que comentaré a renglón seguido.

Somos planetarios, tú también puedes serlo

A ver, ¿cómo decirlo sin que suene mal?… Este juego es una puta mierda, y nada de lo que podáis decir o hacer cambiará eso. Habiendo dejado esto claro, empecemos desde el principio.

La historia es la misma que en la serie: los malos quieren «enmierdar» el planeta y nosotros, los heroicos planetarios, debemos evitarlo. En nuestra primera misión, Gea, el espíritu de la Tierra, nos envía a bordo del Geo-Cruiser (una navecita amarilla, como la bilis) a detener a Cerdonio Ruín, que está extrayendo petróleo de unos preciosos parques naturales. Sinceramente, ¿qué otra cosa esperabais que hiciera Cerdonio con ese nombre?, ¿fundar una ONG? Desde luego, ni se me ocurre culparle por haber escogido una vida de codicia y criminalidad. Y menos con esa cara que tiene.

Después de que Gea nos suelte el rollo de turno, hay que pulsar START para que comience la fase. ¿Normal? Pues no, porque si no lo hacemos, Gea vuelve a soltar el mismo tostón una y otra vez. Es como si alguien hubiera pensado «Estos gráficos son sublimes. Pongamos aquí un bucle para que el jugador pueda disfrutar de ellos hasta el fin de los tiempos».

Total, que pulsamos START y comienza el juego. Lo primero, claro está, es hacerse con los controles. El botón… Un momento, ¿qué mierda de música es esta? ¡Incluso mi primer módem sonaba mejor! «Super Mario Bros. 3», «Solstice», «DuckTales»… Todos estos juegos tenían melodías geniales. Está claro que la NES daba para mucho más que esto. Madre mía. Rectifico: lo primero es quitar la música del juego y poner algo de AC/DC.

Vale, ahora sí que podemos concentrarnos en los controles. Nos movemos con la cruceta, disparamos con A, con el B giramos 180º para que los enemigos puedan darnos a gusto por el culo, y… ¿Por qué el SELECT pausa el juego? Debería ser el START. ¡Peor aún! ¿Por qué el START sirve para cambiar el tipo de disparo? ¡No puedo pulsarlo, esquivar y disparar al mismo tiempo!

En fin, resulta que cada disparo se corresponde con uno de los poderes de la serie; a saber:

• Fuego: un disparo estándar; va en línea recta y destruye a los enemigos.
• Agua: este disparo va haciendo eses, como un chaval que regresa a casa después de una noche de juerga. Definitivamente, este es el poder que debéis seleccionar cuando queráis evitar bajas entre los enemigos, porque no hay manera de acertar un jodido tiro.
• Viento: forma un escudo de espirales alrededor la nave y destruye a cualquier enemigo que entre en contacto con él. En tres segundos ya te ha consumido toda la barra de energía, así que hay que usarlo con mesura.
• Tierra: lanzamiento de piedra por delante del morro de la nave, como en Asturias.
• Corazón: No sé qué porras hará este poder, pero en pantalla parecemos un OVNI buscando vacas o granjeros paletos. Tampoco es que el corazón sirviera para algo en los dibujos, así que no hay sorpresas.

Aunque estoy un poco oxidado, poco a poco voy cogiéndole el tranquillo a la fase. Lo peor es el final, porque hay que destruir cuatro torretas rápidamente y, nada más hacer esto, aterrizar en una pista en la que nadie te ha dicho que puedes aterrizar. Y si no consigues destruir las cuatro torretas a tiempo, tienes que dar media vuelta y volver a intentarlo, a sabiendas de que las torretas que hayas destruido habrán vuelto a crecer por generación espontánea cuando regreses. Difícil, pero nada que no pueda conseguirse después de tres mil intentos.

¡Adelante, Planeta!

Superada la primera fase, los planetarios unen sus poderes y aparece ¡el Capitán Planeta!

Ahora los controles son un poco distintos. Pulsando A pegamos mamporros, y con el B nos transformamos en el elemento que tengamos seleccionado en ese momento. Puede que el Capitán Planeta sea nuestro héroe, como decía la canción; pero, con el mando en mis manos, es muy poco probable que deje la contaminación a cero.

Y como si manejarse no fuera ya bastante complicado, para colmo de males utilizar los poderes del Capitán consume vida, incluso cuando nos transformamos en un inútil corazón flotante. Quizá se trate de una lección sobre la importancia del ahorro. Nada de consume o muere.

El desarrollo de la fase es irritante en sí mismo. Nos movemos volando entre un montón de tuberías y residuos tóxicos de un color verde muy manido, tratando de evitar que nos toquen mientras nuestros dedos libran una pugna perdida de antemano contra el mando.

En determinados puntos del nivel, hay que transformarse en agua para que los mocos verdes no nos hagan daño. El problema es que transformarse, como ya he dicho, también nos resta energía, así que, hagamos lo que hagamos, estamos vendidos. Menos mal que si rompemos las máquinas dispara-mocos, recuperamos algo de vida.

Solo después de aprendernos la pantalla casi de memoria, conseguimos llegar al jefe de fase, Cerdonio Ruín, que, contra todo pronóstico, es muy fácil de derrotar. Únicamente tenemos que evitar que dos gigantescas garras de metal nos capturen mientras molemos a galletazos el cristal de la sala de mandos, donde se guarece el vil Cerdonio. Si en algún momento las garras nos atrapan, nos transformamos en agua y listos.

Al rato, Cerdonio se rinde ante nuestro apabullante poder ecológico, y su base explota sin ningún motivo aparente. ¡BOOM! ¡KABOOM!

El Capitán Planeta nos da la enhorabuena y la contraseña de la fase siguiente. Palmaditas en la espalda y medallas para todos. Por desgracia, no hay tiempo para montar una fiesta, ni mucho menos para emborrachar a las chicas. La doctora Plaga quiere acabar con los recursos del parque Yellowstone, donde vive el oso Yogi. ¿Lograremos impedirlo?

No, porque, lamentablemente, estrellar el helicóptero de los planetarios 237 veces en diez minutos me pone de muy mala leche. Si necesitan ayuda, que llamen a Al Gore.

También en ion litio…

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Chip ‘n Dale: Rescue Rangers
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