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En enero de 1995, se emitía el primer episodio de «Hércules: Sus viajes legendarios», una serie inspirada en la mitología griega que, rodada en clave de acción y sin tomarse sus propios guiones demasiado en serio, narraba las aventuras del semidiós Hércules (Kevin Sorbo) tras la muerte de su familia a manos de la diosa Hera. La serie alcanzó tan buenos resultados que en septiembre de ese mismo año ya tenía su primer spin-off: «Xena: La Princesa Guerrera».

Pero, ¿qué hacía a Xena tan interesante como para merecer su propia serie? Me niego a creer que únicamente se debiera a los ojazos azules de Lucy Lawless y a las virtudes del Wonderbra.

Hoy repasaremos la presentación de Xena en la primera temporada de «Hércules» en busca de una respuesta.

La Princesa Guerrera

La homosexualidad siempre ha estado presente en el cine y en la televisión. No obstante, para llegar desde aquel famoso diálogo sobre las ostras y los caracoles de «Espartaco» hasta «Queer as folk», la industria y la sociedad han tenido que evolucionar enormemente.

¿Y por qué digo esto? Porque la primera escena del episodio nos muestra a Hércules y a su amigo Iolaus forjando un cuchillo con el pecho descubierto, los músculos tensos y la piel bruñida por el sudor. El que quiera entender que entienda.

Cuando el metal termina de templarse, Hércules regala el arma a Iolaus diciéndole que él se quedará la próxima, que es una forma amable de explicarle que él es un semidiós y el único cuchillo que necesita es el de la mantequilla.

Iolaus lanza el cuchillo y, tras un oportuno corte del editor, pasamos a una callejuela de la típica aldea griega de la serie. Y por aldea me refiero a dos portales de cartón piedra y cinco figurantes dando vueltas alrededor de cuatro metros cuadrados como si estuvieran buscando una moneda. No os engañéis, me gustan este tipo de decorados. Me recuerdan a series como «Star Trek».

Por azares de la vida, Iolaus se reencuentra con una ex novia que le dice que se ha casado recientemente, y recibe la noticia con la misma cara que pone uno cuando el médico le dice que tiene cáncer de próstata.

Hércules intenta animarle recordándole que el mar está lleno de peces. Y de caracoles de mar, no lo olvidemos. Quizá un empujoncito más en la dirección oportuna y Iolaus se dejará bigote y empezará a cantar «Bohemian Rhapsody».

No muy lejos de allí, una mujer vestida de rojo entra en un campamento y se planta delante de la cámara con una sonrisa confiada en el rostro. A día de hoy, habría que estar ciego para no reconocerla inmediatamente como Xena, porque el personaje ya forma parte de la cultura popular; pero incluso si no fuera así, estoy convencido de que cualquiera que vea este episodio sin saber nada de la serie puede imaginarse que no es una mujer del montón.

Lucy Lawless tiene ese algo especial que distingue a los actores, ya sean buenos o malos, de las estrellas. Algunos lo llaman carisma y otros un no sé qué que qué sé yo, pero sea lo que sea, esa capacidad para cautivarnos es lo que nos hace pensar que Xena no puede ser simplemente la mala del episodio de la semana.

O quizá es que siento debilidad por las morenas.

Algunos hombres atacan a Xena sin motivo aparente, y ella se defiende dándoles más palos que a una estera. Patadas, puñetazos, llaves, volteretas… Cuando ya estás al tanto de que la chica sabe luchar, no hay sorpresas; pero habría que ser tonto para despreciar una buena pelea. Sobre todo viendo esas piernas. ¡Ñam!

Con los hombres retorciéndose de dolor en el suelo y preguntándose por qué no hicieron caso a sus madres cuando les dijeron que estudiaran una carrera, Xena se dirige al resto del campamento y dice que si no mejoran, no derrotarán a Hércules.

Deducimos, por tanto, que Xena es la jefa de la cuadrilla. Sin embargo, como la mayoría de jefes en este país, no tiene ni idea de gestionar su equipo. ¿Cómo van a vencer a nadie si ella misma se dedica a romperles los huesos y minar su moral? Lo que necesitan es hacer alguna actividad en grupo, como piragüismo, paintball, una cena medieval… Está demostrado que realizar este tipo de actividades en un ambiente distendido mejora las relaciones entre los empleados y potencia la comunicación. Esto no:

Y ya tenemos otra vez a Hércules descamisado, ahora cargando piedras para construir una tapia en casa de su madre. Si esto sigue así, tendré que pausar el DVD y entrar en la sección de chicas del mes de FHM para mantener equilibrados mis niveles de heterosexualidad.

La madre de Hércules piensa que Iolaus está muy solo y pide a su hijo que le busque una novia a su amigo. A ser posible, antes de que los dos se hagan irreversiblemente gays, aunque no es que esto tenga nada de malo.

Pero la intervención de Hércules no es necesaria, porque, para bien o para mal, una mujer está a punto de cruzarse en la vida de Iolaus. Y esa mujer no es otra que Xena, que pretende llegar a Hércules a través de su amigo. ¿Cómo? Dejando cojo a su caballo para que Iolaus se detenga a echarle una mano. Buen plan. Excepto para el caballo, claro.

Así las cosas, Iaolus acompaña a Xena a la taberna local, se toman unas copas, Iolaus le presenta a Hércules, una cosa lleva a la otra y Iolaus y Xena acaban marchándose juntos a «hacer bebés».

Una semana más tarde, Hércules explica a su madre que no ha visto a Iolaus desde que se marchó con Xena. A juzgar por la conversación que mantienen, yo diría que está celoso. Atentos a estas líneas:

Hércules: No suelo ver a Iolaus salvo en situaciones de vida o muerte, y esperaba que esta vez haríamos algo normal. Cazar, pescar o… solo charlar.

En realidad, no es tanto el qué dice, sino el cómo lo dice. Los puntos suspensivos suenan bastante amanerados, por ejemplo.

Xena continúa con su engaño y, entre morreo y arrumaco, «revela» a Iaolus que está reclutando un ejército para liberar a su pueblo del asedio de un tal Petrakis. Iaolus, que es un poco primo, muerde el anzuelo y decide ayudar a Xena.

Siendo sincero, reconozco que yo también habría dicho que sí a todo con tal de ahorrarme la cháchara y seguir con el «rasca y gana». ¿Que una morenaza quiere que me una a su ejército y arriesgue mi vida en combate por una gente a la que ni siquiera conozco? ¡Faltaba más! Ya pensaremos en los detalles mientras desayunamos. Ahora, a lo nuestro.

Cuando la pareja abandona la aldea, uno de los hombres de Xena intenta matar a Hércules y, como era de esperar, fracasa miserablemente. Incluso tiene la delicadeza de caerse encima de un rastrillo para que nuestro héroe no tenga que ensuciarse las manos. Lo lamentable es que, con su último aliento, el muy idiota traiciona a Xena pronunciando su nombre. Por eso, yo siempre obligo a mis matones a firmar una cláusula de confidencialidad. Ser malo no debería ser excusa para descuidar los pequeños detalles.

Sin embargo, aunque Xena no contaba con ese desliz, sí que confiaba en que Hércules se oliera el pastel, y por esa razón le había entregado su medallón a su soldado. Lo que no comprendo es cómo esperaba Xena que Hércules recordase que ella llevaba ese medallón si solo la había visto con él puesto en una taberna oscura durante minuto y medio de reloj. ¿Optimismo o conveniencias del guión?

De camino a su campamento, Xena arrastra a Iolaus a una escaramuza contra los hombres de Petrakis, mostrándole su faceta más violenta y salvaje, así como el cuidado que pone en depilar sus piernas cada mañana. La coreografía es excelente, pero lo que más me entusiasma es que cada vez que Xena lucha, suena un coro de voces búlgaras de fondo. Yo también quiero mi propia banda sonora.

Dum, dum, dum…

Después de la refriega, Xena presenta a Iolaus a sus hombres y, apelando a su complejo de inferioridad, envenena sus oídos contra Hércules. ¿Y qué mejor manera de ganarse a un hombre que haciendo el amor con él en una tina de agua caliente? De hecho, si Xena le preparase unos huevos fritos con patatas y le trajera una cerveza, sería la mejor cita del mundo. Por desgracia, Hércules se presenta en el momento más inoportuno e interrumpe la velada.

Naturalmente, Iolaus manda a Hércules a paseo, que es exactamente lo que haría cualquiera de nosotros en su lugar. No quería decirlo porque Kevin Sorbo tiene muchos fans, pero Hércules es como una ex novia pesada. No hay manera de quitárselo de encima y volvería a llamarte aunque solo fuera porque aún tienes su cepillo de dientes en tu casa.

Hércules, abatido y melancólico, se dirige a la taberna más cercana, que es la misma de antes con algunos cambios aquí y allá para que parezca otra. Hablando con el propio Petrakis, el semidiós descubre que éste no es más que un campesino y Xena una guerrera sanguinaria ávida de conquistas que utiliza a los hombres para su beneficio personal. Como todas las mujeres que he conocido, vamos. No sé de qué se quejan.

A la mañana siguiente, y tras un plano innecesario del trasero de Iolaus (¿quién ha dirigido esto?, ¿Ang Lee?), Xena y uno de sus guerreros parten hacia el bosque para tender una emboscada a Hércules. Los hombres se enfrentan, y cuando Hércules ya ha ganado, Xena degüella a su propio soldado con el chakram.

Luego la guerrera se embadurna de barro, se despeina un poco y regresa al campamento para decirle a Iolaus que Hércules mató a su escolta y que también intentó matarla a ella. Y lo sorprendente es que Iaolus, que conoce a Hércules de toda la vida y sabe que es un buenazo, se lo cree.

En alguna parte he leído que a Kevin Sorbo no le gustaba este episodio porque el hecho de que Iaolus traicionase a Hércules por una mujer le parecía poco creíble. Yo no estoy de acuerdo. Creo que Iaolus es idiota por tragarse los cuentos de Xena, pero dejar tirado a un amigo por una mujer es de lo más convincente. De hecho, es una regla entre nosotros, los machos. Y no nos molesta. Lo regamos con cerveza.

El plan de Xena es que Iolaus se enfrente a Hércules en un duelo a muerte para que el semidiós acabe con su amigo y se quede tan chafado que pierda las ganas de luchar y puedan derrotarlo fácilmente. Sin embargo, es un plan estúpido porque: a) Hércules nunca mata a nadie; b) aunque matase a Iolaus, nada garantiza que después no esté más cabreado que una mona y la tome con Xena; y c) se le ha ocurrido a una mujer. La última era broma. Lo siento.

Tal y como preveíamos, Hércules pelea con Iolaus y lo derrota, pero se niega a matarlo. Es más, asegura que Iolaus tampoco lo mataría a él. Bueno, yo no diría tanto, pero si fuera Iolaus, asentiría vigorosamente con la cabeza. Ambos sonríen y hacen las paces. Así somos los tíos. No hay nada que no podamos arreglar con un buen apretón de manos y unas birras.

Xena ordena a sus hombres que los maten y, como son muy considerados, la mayoría se quedan mirando cómo sus compañeros caen uno tras otro a la espera de que llegue su turno. También he observado que debían de andar mal de tiempo cuando rodaron esta escena, porque la coreografía deja bastante que desear en comparación con la de las peleas anteriores. Incluso hay un momento en el que un guerrero le pone la mano a Iolaus en el culo, y hasta que te das cuenta de que lo ha hecho para ayudarle a saltar, ya has pensado cuatro veces a qué porras ha venido eso.

Pese a su superioridad numérica y táctica, como solo queda un minuto para que termine el episodio, Xena toca retirada y se aleja a caballo jurando venganza. No vemos a ninguno de sus hombres ir tras ella, pero imagino que la siguieron después de recoger sus cosas y levantar el campamento.

Renovada su amistad, Hércules y Iaolus caminan hacia el horizonte.

Iolaus: ¿Y si renuncio a las mujeres?
Hércules: Sería una buena idea.

Gaaay.

Y con esto termina el episodio.

Para ser su primera aparición, hay que decir que Xena ofrece mucho más que la mayoría de los villanos de la semana (su cuerpo, entre otras cosas) y, debido a lo abrupto del final, te deja con ganas de más. El único problema es que, al ser mala hasta la médula, tiene la profundidad de un dibujo animado.

Supongo que eso nos devuelve a los ojazos azules y el Wonderbra.

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