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Por fin he podido ver esta película española que hacía tiempo que me llamaba la atención. Y es que si ya de por sí es raro una película basada en un videojuego como «Dance Dance Revolution», más lo es aún que esté hecha en España.

Lo primero que debo advertiros sobre «La máquina de bailar» no esperéis una película de culto, ni mucho menos. Ni siquiera una película como tal, sino una serie de gags frikis y clichés cinematográficos unidos por un guión tan predecible que parece de manual. No obstante, la cinta cumple su función de entretenimiento decentemente, que ya es más de lo que esperaba de ella en un comienzo.

Los actores están bien en su papel, especialmente Santiago Segura, que interpreta a una antigua leyenda del baile venida a menos, y la trama es divertida, sin renunciar, eso sí, al clásico humor zafio y grosero al que nos tiene acostumbrados nuestro cine. Pero bueno, ese es parte de su encanto.

La película narra dos historias paralelas: la de Johnny (Santiago Segura), contada a modo de flashbacks, y la historia principal, que tiene por protagonista a un grupo de chavales que necesita ganar un campeonato de «Dance Dance Revolution» para solventar un pequeño problemilla con el dinero del premio. Johnny es el típico personaje que todavía se resiente de un error de juventud y vive de recuerdos del pasado e historias inventadas. Como no podía ser de otra forma, encontrará en entrenar a los chicos del concurso la oportunidad de redimirse. Es una vez más el mito del viejo maestro y el alumno, nada nuevo en este aspecto, ni en la película en general.

Pero a ver ¿cuantas películas españolas conocéis que usen como banda sonora temas de un videojuego? ¿Incluyendo algunos en japonés? ¿Y que el escenario principal sea un salón recreativo? Pues eso. Vale que no es una gran película, pero es friki y divertida, lo cual ya es más de lo que me esperaba de ella, y resulta una buena opción para pasar una aburrida tarde de domingo. Aunque el argumento es tópico y el final, predecible, tiene algunas escenas que merecen la pena,a pesar de todo.

Por cierto, un detalle curioso de la película es que, a pesar de estar saturada de productos reales y marcas como Konami, responsable del juego, cuando el protagonista busca algo en internet, el buscador que usa es «Moogle», cuyo logotipo no es más que una modificación del de Google.

Y es que hay errores de bulto imperdonables, como que los personajes estén bailando sobre una plataforma cuando las flechas en pantalla indican claramente que se debe bailar en la contraria. O algunas inconsistencias argumentales, como que el malo malísimo (bueno, no es tan malo, pero es el rival final así que…) sea un monje Shaolin… japonés (los monjes Shaolin son chinos) pero bueno, en una película como esta, intentaremos obviar esos detalles sin importancia.

Eso sí, hay que destacar ciertas actuaciones, como la de José Corbacho, que actúa especialmente mal en esta película (no así Santiago Segura, que resulta totalmente creíble y, por momentos, entrañable). En cuanto al protagonista, Jordi Vilches, no lo hace mal del todo, pero tiene un acento tan extraño que hace que uno piense ¿por qué este tío habla así? También está por ahí el chaval de «Aquí no hay quien viva» y el que hacía de Mortadelo en la primera película (sí, ese que no vocalizaba), pero no entraré a comentar su actuación en profundidad.

A pesar de todo, dado que el filme es una autoparodia de si mismo y de títulos como «Karate Kid» o «Rocky» decidida a no tomarse en serio, resulta mucho más honesta de lo que en principio parece. Me quedo especialmente con un diálogo entre Johnny y Dani:

Dani: No te lo tomes a mal Johnny, pero para ganar a ese cabrón nos hará falta algo más que filosofía barata de películas baratas.
Johnny: La filosofía de las películas baratas ayuda a la gente Dani, porque la gente no vive vidas grandes y profundas. La gente, por desgracia, o por suerte, vivimos… vidas baratas.

En conclusión, una película que, por lo menos, merece un visionado. Quizá porque tenía la idea de que iba a ser malísima y al final se queda en simplemente pasable, pero el caso es que no me aburrí en ningún momento. No es que sea una gran película, pero al menos es entretenida, y acompañada de unas pizzas y buena compañías, es hasta soportable. Os dejo con el tráiler de la misma a modo de despedida:

– En los años setenta, el que no bailaba, o sabía artes marciales… no era nadie.
– ¿Y que pasó?
– Llegó la movida hijo… ¡Puta movida!

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