Jun
30
2010

Simbad y la princesa

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Simbad y la princesa - PortadaEsta obra maestra del Séptimo Arte, titulada en su versión original «The 7th Voyage of Sinbad» (que sin duda me parecería un título cien veces mejor, sino fuera porque en el colegio me enseñaron que «m» siempre se usa antes de «b») es la única película de la trilogía protagonizada por el célebre marino y producida por el mítico Ray Harryhausen que no recuerdo haber visto cuando era niño, muchos años antes de que me diera cuenta de lo genial que es la animación fotograma a fotograma o stop-motion.

Me acuerdo, en cambio, de la diosa de seis brazos Kali y del centauro de un solo ojo de «El viaje fantástico de Simbad», así como del babuino ajedrecista, la morsa gigante y la lucha a muerte entre el troglodita y el tigre dientes de sable de «Simbad y el Ojo del Tigre». Pero hasta hace cosa de dos años, no tuve ocasión de ver la primera película de la trilogía de Simbad. Y es una lástima, porque sabiendo lo que me gusta ahora, seguro que me hubiera entusiasmado de niño.

Las mil y una recapitulaciones

Nuestra historia comienza en una noche oscura con Simbad el Marino al timón de su barco. La tripulación lleva perdida en alta mar mucho tiempo, y si no avistan tierra pronto, es posible que acaben comiéndose los unos a los otros, como en «¡Viven!», pero sin nieve ni jugadores de rugby uruguayos.

De repente, Simbad tiene un presentimiento y le pide a su fiel amigo Harufa que haga un sondeo. Cuando éste señala que hay siete brazas de profundidad, la tripulación se prepara para lo peor, ya que, en lenguaje náutico, esto puede significar que hay tierra cerca, o tal vez un arrecife, o algo peor: una serpiente marina.

Que sea una serpiente, que sea una serpiente…

Simbad y la princesa - Simbad y Harufa

Por desgracia, se trata de tierra, y la tripulación prorrumpe en vítores entusiastas. ¡Por fin podrán llevarse algo a la boca aparte de ratas y trozos de mástil! Simbad, sin embargo, decide que es mejor esperar hasta el amanecer para desembarcar. Él tiene comida de sobra en su camarote y los rugidos de los estómagos de la tripulación mantendrán alejadas a las serpientes marinas durante la noche.

El Marino aprovecha el receso para visitar a su prometida, la princesa Parisa, una muchacha mona y risueña que, a veces sí, a veces no, luce un pegote con forma de media luna en la frente. Como cabía esperar, Parisa y Simbad están muy enamorados y se dicen unas soplapolleces que le revuelven a uno el estómago.

Simbad: Dentro de una semana, habrá un banquete en Bagdad, por nuestra boda.
Parisa: Yo creo que has inventado la isla solo para eso.
Simbad: Por otro beso así, inventaría todo un continente.

Si siguieran así después de quince años de casados, tendríamos entre manos un expediente X.

Simbad y la princesa - Simbad y Parisa con un loro

Al rayar el alba, los hombres bajan a tierra en los botes para buscar agua y comida. Inexplicablemente, ninguno parece sorprendido por el hecho de que su barco, que hasta hacía solo unas horas era un pequeño navío de vela triangular, se haya transformado en un galeón del siglo XVI con tres mástiles y velas cuadradas. Pura magia.

Simbad y la princesa - El barco mágico

En la isla, los exploradores se topan con unas pisadas descomunales, que les conducen hasta una gruta excavada en la roca sobre la que se erige una extraña estructura con forma de cara.

Antes de que Simbad tome una decisión innecesariamente estúpida, se oye un grito gutural, y, acto seguido, un hombre calvo y con vestido sale corriendo de la cueva.

Simbad y la princesa - Sokurah huyendo del cíclope

Esto de por sí hubiera sido suficiente para provocar escalofríos en los hombres más aguerridos de toda Arabia; pero es que, además, al calvo le persigue un cíclope gigantesco con pinta de estar de muy mala hostia.

Y el cabreo del monstruo no es para menos, ya que Don Limpio le ha robado su lámpara maravillosa, y si ya le resultaba duro leer ediciones de bolsillo por las noches con un solo ojo, no quiero ni imaginarme lo que le costará hacerlo sin luz. No todo el mundo tiene una vista tan buena como la del mago egipcio de «Las doce pruebas de Astérix».

Simbad y la princesa - Cíclope

Mientras el cíclope se encara con los marineros, el Yul Brynner travestido y ladrón invoca al genio de la lámpara y le pide que interponga una barrera entre los hombres y el monstruo. Aunque el genio parece el típico niño repelente disfrazado como si fuera a hacer de Alí Baba en la obra de teatro del colegio, cumple el deseo de su amo con eficacia.

Personalmente, no soporto las películas con niños entre el reparto principal, porque la mayoría de ellos tienen las dotes interpretativas de un boniato o, en el mejor de los casos, sobreactúan. Pero en esta película es diferente; soy capaz de soportarla a pesar de ello. No obstante, sigo odiando a los niños actores. Y a Peter Pan.

Simbad y la princesa - El genio

Aprovechando su ventaja, los hombres huyen en los botes y Simbad pregunta a Vin Diesel por qué no ha usado la lámpara para destruir al monstruo, a lo que aquél le responde que el genio no puede usarse para hacer el mal.

Simbad: Un momento, entonces, ¿por qué ha impedido al cíclope recuperar su lámpara? ¿Acaso eso no está mal? ¿Podemos definir el bien y el mal o, por el contrario, son conceptos relativos, sometidos a un juicio de valor?
Bruce Willis: … Mira, un delfín.

Cansado de aporrear la barrera mágica en balde, el cíclope arroja un pedrusco enorme contra el bote. 9F, tocado y hundido. Aunque todos los marineros alcanzan sanos y salvos el barco, el doble de Zinedine Zidane pierde la lámpara, que es rescatada del fondo marino por el cíclope.

Simbad y la princesa - El cíclope recupera la lámpara

Después de secarse un poco, el calvo se presenta como Sokurah el Mago y trata de convencer a Simbad para que regrese con él a la Isla de Colosa y le ayude a recuperar la lámpara.

La princesa Parisa le dice que si de verdad es un mago, por qué no utiliza su poder para matar a los monstruos. Pelín xenófoba y radical la muchacha, ¿no? Yo si fuera Simbad, me andaría con ojo.

Sokurah le responde que había preparado una poción a tal efecto (ya sabéis, una de esas que vienen en una redoma con el dibujo de una calavera sobre dos tibias cruzadas), pero que no pudo convencer a los cíclopes para que se la bebieran. Me pregunto qué hizo exactamente. ¿Presentarse en el cubil de los monstruos y ofrecerles el bebistrajo como si tal cosa? «Ignoren las volutas con forma de calavera aullante y prueben este exquisito bebedizo». No acabo de verlo.

Sea como fuere, el caso es que Simbad no accede a la petición del mago, ya que tiene que regresar a Bagdad cuanto antes y casarse con la princesa para evitar la guerra entre sus dos reinos. ¿Recordáis aquellos tiempos en los que la política exterior era mucho más sencilla? Yo no.

Simbad y la princesa - Simbad y Sokurah

Ya en Bagdad, que, por cierto, se parece mucho a Granada, se celebra una gran fiesta de bienvenida para el padre de Parisa, el sultán de Chandra.

Sokurah, que también ha sido invitado, monta un número de magia y convierte a la carabina de la princesa en una mujer-serpiente, que interpreta una danza para el califa. Sin embargo, el truco se tuerce en cuestión de minutos, ya que la parte de reptil que hay en la mujer tiene voluntad propia y trata de estrangular a la mitad humana con su cola. (¡Curiosidad al canto!: Como parte de su labor de documentación para crear la coreografía de la mujer-serpiente, Harryhausen recorrió Los Ángeles visitando clubes donde se bailaba la danza del vientre. Ardua tarea, sin duda.)

Sokurah revierte la transformación a tiempo de evitar la tragedia y pasa a realizar una demostración de sus dotes adivinatorias, prediciendo un gran desastre: edificios derruidos, mujeres y niños muertos, la guerra entre Bagdad y Chandra, la crisis económica de 2008, el sempiterno desastre español en Eurovisión…

Simbad y la princesa - La mujer-serpiente

Tras el numerito, Sokurah ofrece su ayuda para alejar las fuerzas demoníacas de Skeletor de Bagdad. A cambio, eso sí, quiere que le presten un barco y tripulación para ir a Colosa. Pero al califa no se las dan con queso, y expulsa al mago del palacio, advirtiéndole que si antes del atardecer del día siguiente no se ha marchado de Bagdad, le arrancarán los ojos. Ahí, duro con él. ¿Enviarle en avión de vuelta a su país con todos los gastos pagados? ¡Mariconadas! Patada y puerta.

Esa misma noche, el mago pone en marcha un nuevo y malévolo plan, y hechiza a la princesa mientras ésta duerme, reduciéndola al tamaño de un Playmobil con su magia negra. (¡Curiosidad al canto!: Para filmar esta escena, Harryhausen grabó sobre un fondo negro el brazo de la princesa alejándose de la cámara para luego superponer esa secuencia sobre un plano estático de la cama. Corrían tiempos modernos.)

Simbad y la princesa - Simbad y mini-Parisa

Cuando el padre de la princesa descubre lo sucedido, amenaza al califa con la guerra, porque no está bien eso de ir encogiendo a la hija de un huésped tan eminente como él.

Simbad, preocupado, acude a Sokurah, que se brinda a preparar un brebaje para romper el encantamiento. El principal inconveniente es que uno de los ingredientes es la cáscara de un huevo de Roc, un pajarraco que, por supuesto, solo anida en las montañas de Colosa. Además, el brebaje únicamente puede prepararse con el Quiminova que tiene el mago en su castillo y ha de beberse de forma inmediata, por lo que la princesa deberá acompañarles.

Simbad y la princesa - Sokurah, Simbad y el califa

Tras un predecible motín y una vez superado un aburrido incidente relacionado con una isla encantada habitada por demonios cuyos gritos enloquecen a los hombres, el barco de Simbad desembarca en Colosa. Mientras el grueso de la tripulación se queda en la playa armando una Ballesta Gigante Mata-MonstruosTM (sí, yo también quiero una; ya os diré si encuentro algo en eBay), un septeto de zarrapastrosos acompaña a Simbad y a Sokurah en busca de la cáscara de huevo.

Harufa sigue a los exploradores furtivamente, ya que, aunque Simbad le ha ordenado que permanezca en la playa, a él le preocupa la salud de su capitán. A la larga, sin embargo, esto le costará la vida. Ya sabéis, niños: jamás os preocupéis por nadie, salvo por vosotros mismos. Y saberlo es la mitad de la batalla.

El equipo de búsqueda llega al Valle de los Cíclopes (un nombre casual, no es que tengamos cíclopes ni nada por aquí; disfruten de sus vacaciones), donde, a sugerencia del taimado Sokurah, los hombres se dividen en dos grupos, uno liderado por el propio mago y otro por Simbad.

Simbad y la princesa - Sokurah y Simbad regresan a Colosa

No han pasado ni dos minutos, cuando Sokurah decide hacer un alto para descansar a la orilla de un río. Di que sí, no vayáis a herniaros de tanto pasear al aire libre.

El mago advierte a sus acompañantes que racionen el agua que llevan consigo, porque la del río es ponzoñosa, como la de Río Tinto. Sin embargo, uno de los hombres prueba el agua de todas formas, y resulta que no solo no está envenenada, ¡sino que sabe a vino! Ya estáis buscando la isla en Google Maps y organizando una excursión.

Mientras tanto, Harufa, habiéndose topado con un par de esqueletos enjaulados y un enorme garrote con pinchos (edición limitada para cíclopes y troles, solo de venta en tiendas autorizadas, llévese dos y pague uno, promoción válida hasta octubre), comienza a plantearse muy seriamente la cría de caracoles como alternativa a la profesión de marino.

En estas se encuentra Harufa, cuando Simbad le sale al paso por sorpresa, pegándole un susto de muerte. A medida que Harufa recupera su moreno natural, Simbad le advierte que los cíclopes andan cerca, y ambos corren a reunirse con el resto del grupo.

Sin embargo, los hombres no se encuentran donde Simbad los había dejado, sino en el interior de una cueva donde los cíclopes han ido depositando todas sus riquezas: oro, alhajas, bonos del tesoro… Simbad, que es socio de cuota en la empresa naviera del califa y está más preocupado por su salud que por el dinero, instiga a los hombres a que salgan de allí; pero éstos se rebelan contra su capitán, y Harufa y él se ven forzados a luchar por sus vidas.

Simbad y la princesa - Bin Laden

En ese preciso momento, el techo de la cueva se levanta cual tapa de la casa de Pin & Pon y un cíclope con cara de aquí-qué-coño-está-pasando se asoma por el agujero.

Entre gritos de terror, los hombres son capturados uno a uno y encerrados en una jaula. Excepto Harufa, al que el monstruo ata a un asador como si fuera un vulgar cochinillo antes de largarse para poner una lavadora.

Por suerte, Simbad guarda todavía un as en la manga, y, tras pedir a los hombres que jamás cuenten lo que van a ver, se lleva las manos al pantalón y se saca la ming… caja en la que viaja la princesa.

Simbad, que es muy cortés, le pregunta a su prometida si quiere intentar abrir el cerrojo. Venga, cari, que te quiero mucho, y si no, moriremos todos. Parisa asiente y, haciendo acopio de todas sus fuerzas, consigue desplazar la barreta que mantiene a los hombres encerrados. Esto solo puede explicarlo una canción: «It’s the power of love».

Simbad y la princesa - La increíble Parisa

Instantes después, aparece Sokurah a la carrera perseguido por el mismo cíclope de antes, al que ha vuelto a robar la lámpara. Los hay que son reincidentes. Detrás de ellos, corren los hombres que iban con el mago, que están borrachos perdidos y han decidido echar una mano a sus colegas. Claro que las borracheras solo tienen gracia hasta que uno acaba potando entre unos arbustos. O aplastado por un cíclope, según el caso.

Varias muertes más tarde, Simbad logra librarse del monstruo cegándolo con una tea encendida y conduciéndolo a un barranco al son del «misi-misi». En medio de todo este trajín, también consigue hacerse con la lámpara, que no piensa devolver a Sokurah hasta que la princesa haya recuperado su tamaño normal o al mago le haya crecido el pelo, lo que ocurra antes.

En la montaña, los exploradores por fin encuentran un huevo de pájaro Roc, que, para que os hagáis a la idea, viene a ser del tamaño de un Volkswagen escarabajo; señora tortilla que haría mi abuela con ese huevo.

Los dos figurantes supervivientes usan sus armas para atravesar la cáscara, y cuando un monstruoso polluelo bicéfalo asoma sus cabezas, lo matan.

¿Pollito?… ¿P-pollito?… ¡Pollitoooo!

Simbad y la princesa - La cría de Roc

Al tiempo que los tripulantes se preparan unos Chicken McNuggets con salsa agridulce, Simbad confiesa a su diminuta prometida que desconfía de Sokurah. Su problema, dice, es que la única arma que tienen para hacer frente al mago es la lámpara, y solo Sokurah conoce las palabras mágicas para invocar al genio. A falta de mejores opciones, Parisa se desliza por la boquilla de la lámpara para convencer al genio de que le revele su secreto.

El genio confiesa a la princesa que le gustaría ser libre para montar un grupo de thrash metal, y le explica que para ello es necesario que alguien le llame por su nombre (Baronni, por si os pica la curiosidad) y también que se cumpla la promesa de libertad grabada en las paredes de la lámpara. El mensaje, curiosamente, está escrito en inglés; pero, por suerte, la princesa veía Muzzy de pequeña y lo lee sin problemas. Parisa se compromete a ayudar al genio y éste le confía las palabras mágicas. Aprovechando un fundido de imágenes, la princesa sale de la lámpara y le cuenta a su noviete todo lo sucedido.

Simbad y la princesa - El mensaje de la lámpara

Mientras hablan, la gigantesca madre del polluelo llega de pronto y ataca el improvisado campamento, matando a los últimos figurantes que quedaban con vida.

Simbad trata de invocar al genio, pero, antes de que termine de pronunciar las palabras mágicas, recibe un picotazo y pierde la lámpara, que va a parar a los pies de Sokurah. A una orden de su capitán, Harufa se apresura en ir junto a la lámpara y consigue arrebatársela al mago, arrojándola lejos de éste; pero Sokurah, a quien ya no le preocupa guardar las apariencias, acaba con la vida del fiel marinero, poniendo fin a una larga carrera de aventuras mal remuneradas. Adiós, Harufa, al menos yo te echaré de menos.

Aunque Simbad recupera la lámpara, desafortunadamente el Roc hace presa de él y se lo lleva en volandas a su nido. Para cuando Simbad recobra el conocimiento y regresa al campamento, allí solo queda el cadáver de su amigo Harufa, a quien ni siquiera se molesta en dar un entierro digno. Total, ¿para qué?, ya se lo comerán unos coyotes gigantes.

Simbad y la princesa - Mamá Roc

Apesadumbrado, Simbad observa que la caja donde viajaba su prometida está vacía, y, como tampoco es cuestión de andar husmeando por ahí cuando uno tiene una lámpara maravillosa, invoca al genio y le pregunta por la princesa. El genio le responde que Sokurah la tiene presa en su castillo subterráneo, al pie de la montaña. Luego le dice que él le esperará allí y se desvanece, dejando a Simbad tan descuadrado como un pingüino en un aeropuerto.

Cagándose en el genio y en la madre que lo parió (¿es que no podía llevarle con él?), Simbad desciende de la montaña y se adentra en la cueva donde se oculta la guarida del mago. Allí se da de bruces con un dragón que casi le depila las cejas con su llama. Por suerte, el dragón está sujeto con una cadena de hierro y no puede alcanzar al Marino. Chincha-rabincha, chincha-rabincha…

Simbad y la princesa - Dragón

Simbad continúa su camino hasta el castillo subterráneo y, una vez dentro, se reencuentra con Sokurah y la princesa. Ah, sí, ya huelo la tensión: el bien contra el mal, el héroe contra el villano, el… No, esperad. Creo que ha vuelto a desbordarse el inodoro. Enseguida vuelvo.

Sokurah promete que romperá el maleficio en cuanto Simbad le entregue la lámpara, a lo que éste responde diplomáticamente poniéndole la espada al cuello. Tras una puesta en escena de tres al cuarto con un baúl, un mortero y mucho humo verde, el mago rompe el hechizo, y la princesa, recuperado su tamaño al fin, se arroja a los brazos de su salvador.

A la vista de que la pareja ya no tiene de qué quejarse, Sokurah vuelve a pedir a Simbad que le entregue la lámpara, pero éste ya no se fía un pelo del mago (pelo, ¿lo pilláis?, porque no tiene ninguno, juas, juas) y le dice que se la dará tan pronto como estén a salvo en el barco. Sokurah, cansado de jugar al gato y al ratón, invoca a un esqueleto viviente y le ordena que mate a Simbad. Spinal vs. Sinbad. Fight!

Simbad y la princesa - Simbad vs. Esqueleto viviente

El duelo a espada entre el marino y el esqueleto es un magnífico preludio a la batalla final de «Jason y los Argonautas» y, sin duda, una de las escenas más memorables del cine de animación fotograma a fotograma. Felicitaciones, pues, para los animadores y para Simbad, que se lo curró para reaccionar ante un adversario que no estaría allí hasta que Harryhausen hiciera su magia.

La lucha culmina en lo alto de unas escaleras de caracol que no conducen a ninguna parte (muy útiles no son, la verdad), con el esqueleto perdiendo el equilibrio y cayendo hacia el suelo. Sinbad wins!

Simbad y la princesa - Esqueleto derrotado

Sokurah se refugia en su castillo, y los tórtolos huyen a través de la caverna hasta llegar a un puente de piedra que se levanta sobre un río de lava. El mago usa su magia para destruir el puente, y Simbad ha de recurrir una vez más a la lámpara para salir del apuro.

El genio, de recursos más bien pobres, les lanza una cuerda flotante, y la pareja cruza al otro lado en una escena que George Lucas copiaría años más tarde en «La Guerra de las Galaxias». Entonces la princesa recuerda la promesa de libertad que leyó dentro de la lámpara y arroja ésta a la lava.

Si se hubiera oído la voz de un niño diciendo «¡HIJADEPUTAAaaaaaAAGHHH…!», me hubieran hecho el espectador más feliz del mundo.

Simbad y la princesa - Momento Star Wars

Fuera de la cueva, por desgracia, les espera otro cíclope, así que retroceden hasta la cámara del dragón, donde Simbad libera al reptil, con la esperanza de que éste se enfrente al cíclope y ambos monstruos se maten entre sí o, al menos, se olviden de él y de la princesa. Y debe de ser su día de suerte, porque el dragón y el cíclope se tienen una manía que ni el teniente Colombo a los cabos sueltos, y enseguida se lían a dentelladas y mamporros, dando a la pareja la ocasión de huir.

Al rato, el dragón acaba con el cíclope mordiéndole la yugular.

Simbad y la princesa - Cíclope vs. Dragón

Fernando: ¿Qué te ha parecido el combate, Héctor?
Héctor: Si te enfrentas al Dragón, tienes que tener cuidado, porque cuando coge el makelele, ¡te da el telele! Ha ganado el icono, el número uno, llamado Dra-dra… ¡Dragón!
Fernando: ¡Cómo te quiero!

Sokurah, que ha visto derrumbarse su sueño de recuperar el cabello (¡sabía que era eso!), manda al dragón tras Simbad y la princesa, corriendo delante de su mascota para dar ejemplo y porque detrás huele peor.

Lo que el mago no podía esperarse es que los hombres de Simbad tuvieran la Ballesta Gigante Mata-MonstruosTM preparada y milimétricamente calibrada; y en cuanto el dragón llega a la costa, un proyectil le atraviesa el corazón.

Esperad, solo quedan unos pocos minutos para que acabe la película y el malo todavía no ha muerto. ¿Qué hacemos? Ya está, el dragón se le cae encima. Hasta nunca, pelón.

Concluida esta magnífica aventura, la embarcación de Simbad abandona la Isla de Colosa, alejándose hacia el horizonte.

Ah, sí, el dichoso genio. Supongo que alguno se estará preguntando qué fue de él. Pues resulta que ahora es un niño de verdad y quiere ser grumete, y para ganarse el favor de Simbad ha traído al barco el tesoro de los cíclopes. Espero que con eso paguéis un funeral digno a Harufa.

PD: Ayer Ray Harryhausen cumplió noventa tacos. ¡Felicidades, Ray!

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Categorías: Cine-TV

8 comentarios

  • Millus
    30/06/2010 | 8:15

    wow… yo vi esa pelicula….. hace bastante ya…..

    Responder a Millus
  • gmassa
    30/06/2010 | 9:27

    Buff! que recuerdos!! aunque mucho mas moderna, me gusta mas «Simbad y el Ojo del Tigre».

    Grande Harryhausen!

    Responder a gmassa
  • Nayland Smith
    30/06/2010 | 20:23

    El esqueleto se parece a Spinal, y el cíclope es clavado a Eyedol pero con una cabeza en lugar de dos.
    Ya sabemos de donde sacaron los del killer instinct la inspiración para sus personajes 😛

    Responder a Nayland Smith
  • El Tipo de la Brocha
    30/06/2010 | 21:37

    @gmassa: Jane Seymour está impresionante en «El Ojo del Tigre».

    Responder a El Tipo de la Brocha
  • gmassa
    1/07/2010 | 12:35

    @ El Tipo de la Brocha: que diosas en los 70! y algunas de ellas menudas MILFs són ahora!!!

    Responder a gmassa
  • Anonimatus
    1/07/2010 | 17:42

    Cuando ví la película me pareció que el genio era bastante rácano a la hora de ayudar a los buenos. Al malo le crea una barrera invisible a prueba cíclopes mientras que Simbad y la princesa tienen que conformarse con una mísera cuerda para poder cruzar. Al menos al final hace algo útil y se lleva el tesoro del malo y como la mayor parte de los hombres de Simbad ha muerto, hay más para repartir.

    Responder a Anonimatus
  • El Tipo de la Brocha
    1/07/2010 | 23:07

    @Anonimatus: Donde esté el Genio de «Aladdin» que se quiten todos los demás.

    Responder a El Tipo de la Brocha
  • juan alberto aranda bonales
    6/07/2010 | 0:05

    yo vi hace años ambas peliculas,la de simbad y la princesa y simbad y el ojo del tigre,personalmente las considero buenas,bien interpretadas y buenos efectos especiales,a dia de hoy,si nos referimos a hollywood,las peliculas tecnicamente han avanzado mucho,pero a nivel de guion,direccion,y sobre todo interpretacion,personalmente creo que yo y mis colegas,sin tener ni idea,lo hariamos mejor,vease dragon ball evolutio,100 millones de dolares,para hacer uno de los truñakos mas grandes de la historia del cine,lo unico que vale la pena de la pelicula son las actrices,pero por lo buenas que estan,ya que en cuanto se ponen a hablar,dan ganas de meterles un zapato por la boca para que se callen,mis timpanos no soportan las idioteces.

    Responder a juan alberto aranda bonales

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