Ago
13
2008

Clint Eastwood en ‘Licencia para matar’ (1975)

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Clint Eastwood en Licencia para matar - CarátulaEl hecho de que los primeros trabajos de Clint Eastwood, como la Trilogía de los Dólares o la saga de Harry el Sucio, hayan pasado a la historia del celuloide como algunas de las mejores películas de sus respectivos géneros, y su carrera sea un largo camino formado por baldosas de galardones obedece a un motivo, y no es porque Eastwood se haya paseado entre la gente importante de Hollywood con cara de disposición y un cubo de vaselina bajo el brazo. Probablemente el mero hecho de pensar en esta posibilidad ha agriado toda la leche de mi frigorífico. Clint Eastwood es así de duro.

Dicho lo cual, también es cierto que este gran actor y aclamado director ha participado en películas mediocres; películas que me llevan a pensar que invertir el resto de mi vida en inventar una máquina del tiempo merecería la pena con tal de poder retroceder hasta el momento en el que decidí darles una oportunidad sólo porque Clint Eastwood aparecía en los créditos.

Un buen ejemplo de esa falta de visión es «Licencia para matar» («The Eiger Sanction» en inglés; ya sabéis que en España nos encanta inventarnos el título de las películas extranjeras. Al fin y al cabo, es más fácil que Jaimito identifique un título como «El joven maestro» con una película de kung-fu si la llamamos «El chino»). Hablamos de esta cinta a renglón seguido.

Recapitulación

Producida, dirigida y protagonizada por Clint Eastwood, «Licencia para matar» está basada en la novela homónima de Rodney William Whitaker (en su casa tampoco saben quién es) y trata sobre un profesor, montañista y asesino retirado que se ve obligado a realizar un último «trabajito» para su gobierno. Un extraño cóctel de «Límite vertical» y la película de James Bond que más rabia os dé; posiblemente una de Roger Moore.

El comienzo, de hecho, parece más una historieta de «Anacleto, agente secreto» que otra cosa. Dos hombres matan a un agente en Zürich y le roban un microfilm con la fórmula de un arma bacteriológica que el interfecto se había tragado previamente, porque se ve que esconder un microfilm encima del marco de la puerta o en un tiesto era demasiado obvio. O a lo mejor el agente pensaba que lo peor que podía pasarle es que le suministraran algún laxante, ¿qué sé yo?

Desde el centro de Europa viajamos hasta una universidad yanqui con un campus tan grande como La Ponderosa, donde el profesor Jonathan Hemlock (el propio Eastwood) da algunos consejos a sus alumnos ante la inminencia de los exámenes finales.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Hemlock

Al término de la clase, una alumna rubia se presenta en el despacho de Hemlock con un problema. Necesita sacar buena nota en su examen para que le den la beca y, aunque asegura «sentir el arte», no confía demasiado en sus aptitudes intelectuales (sorprendente, porque a la vista está que rivalizan con las de la patata común), así que se ofrece a hacer «cualquier cosa, sea lo que sea», para obtener esa calificación.

Hemlock le pregunta si está libre esa noche y, cuando ella responde afirmativamente, le dice que entonces se queme las cejas estudiando. Inocente palmadita en las nalgas aparte, esto podría ser un indicio de la integridad moral del personaje de Eastwood, pero yo lo veo más bien como una oportunidad desaprovechada. ¡Es el último año de carrera de la muchacha! ¡Déjala hacer, asegúrate de llevar protección y luego suspéndela!

Clint Eastwood en Licencia para matar - Alumna guarrilla

Tras acompañar a la muchacha a la salida, Hemlock regresa a su despacho y se encuentra con un viejo conocido, que responde al nombre de «Pope», sentado en su escritorio y ojeando distraídamente una «Playpen». Más allá de que en ningún momento se explica si la revista estaba ya allí o si Pope la trajo consigo, lo realmente curioso es que jamás encontraréis un ejemplar de «Playpen» en el quiosco, ya que se trata de una revista pornográfica ficticia. La misma lleva apareciendo en películas y series de televisión desde los setenta hasta la fecha, y su título, una contracción de «Playboy» y «Penthouse», no persigue otra finalidad que evitar posibles reclamaciones por parte de estas dos marcas. Ahora ya lo sabéis. Y el conocimiento es la mitad de la batalla. ¡G.I. Joe!

Pope dice a Hemlock que un tal «Dragón» quiere verlo de inmediato. Pero el profesor no está por la labor de reunirse con nadie por llamativo que sea su nombre en clave, y tras ofrecer a Pope la posibilidad de salir por la puerta o por la ventana y retorcerle un poco un brazo, lo saca a empellones del despacho.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Pope

Pese a todo, Hemlock se pasa a saludar al susodicho Dragón de todos modos. De lo contrario, la peli tendría muy poca chicha y terminaría enseguida; y esto último sería mucho pedir. Resulta que Dragón es un ex nazi albino y anémico que, además de dar bastante grima, dirige desde la sombra (literalmente, debido a su enfermedad) el C-2, una agencia secreta del gobierno que se dedica al espionaje, el asesinato y la restauración de muebles antiguos. Son tiempos difíciles para todos.

Dragón pide a Hemlock que «sancione» a los dos asaltantes que mataron al agente de Zürich, a lo que el profesor le responde que tararí que te vi, que él está retirado. A falta de una solución de mutuo acuerdo, Dragón amenaza a Hemlock con revelar a Hacienda la existencia de su colección de obras de arte, que aquél jamás hubiera podido pagar con su sueldo de docente.

Aunque a regañadientes, Hemlock se compromete a matar a uno de los dos hombres (ya estamos haciendo las cosas a medias, qué mala costumbre), exigiendo a cambio el doble de su tarifa habitual y una certificación acreditando que la propiedad sobre sus obras de arte es legal. Si esta no es la negociación más rara que habéis visto en una película de espías, por favor decídmelo.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Dragón

Así pues, Hemlock viaja hasta Zürich para sancionar a su objetivo, demostrando, por un lado, lo buen escalador que es al trepar por una cañería con las manos desnudas para colarse en la vivienda del agente enemigo, y, por otro, la utilidad de una silla de madera y mimbre para defenderse de un asesino profesional armado con una navaja.

En el vuelo de vuelta, Hemlock le tira los tejos a una azafata muy espabilada llamada Jemima Brown, un nombre que, según parece, «es demasiado para una pollita negra». Aunque el argot afroamericano me es tan familiar como la mecánica de los ventiladores axiales de paso variable, no ha sido hasta realizar una extenuante labor de estudio en la que he invertido cinco minutos de mi tiempo y media cerveza que he descubierto que la expresión «tía Jemima» es una forma de referirse a la típica mujer negra y robusta que protege los intereses de las Escarlata O’Hara del mundo. El apellido Brown habla por sí solo.

No obstante, la mejor parte es que el gancho de Hemlock para flirtear con ella es un «raído tema de investigación oscurecido por un estilo involutivo». Y, creedme, lo he probado en un par de bares y no funcionaría ni dejando las llaves de un Ferrari Enzo sobre la barra.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Jemina y Hemlock

Ya en tierra, Hemlock vuelve a coincidir con Jemima, que se ofrece a compartir su taxi con él, a lo que éste responde invitándola a cenar a su nunca-tan-oportuna cabaña en el bosque. Allí le ofrece una copa, le enseña su colección de cuadros y, ya junto a la chimenea, la seduce con su piolet.

Una noche de «boom chicka wah wah» más tarde, el dinero y la certificación de Hemlock han volado junto a la azafata, que era en realidad una Mata Hari afroamericana actuando bajo las órdenes de Dragón. La sorpresa de Hemlock, sin embargo, resulta desconcertante. A ver, alma mía, ¿es que no notaste nada extraño? La entraste de la peor manera posible, te invitó a subir a su taxi, aceptó cenar en tu casa pese a las evidentes connotaciones sexuales del ofrecimiento y se dejó cautivar por cuatro cuadros viejos y un bastón de alpinista. Tener confianza en uno mismo está bien, pero yo hubiera empezado a mosquearme mucho antes de haber entrado en el taxi.

Para recuperar el dinero y la certificación, Hemlock no tiene más remedio que terminar la misión y matar al segundo asaltante, del que solo sabe que cojea y que formará parte de un grupo internacional de escaladores que pretende coronar el Eiger, una de las montañas más altas y peligrosas de los Alpes suizos. Como gratificación por las molestias, Dragón le permite realizar una sanción extra.

Tras mantener una discusión con Jemima sobre la entelequia del bien y del mal y la futilidad del asesinato más allá de la mera represalia (la monda lironda, vamos), Hemlock se reúne en Arizona con su viejo amigo Ben Bowman, interpretado por el fantástico George Kennedy, para que éste le ponga en forma y le prepare para la escalada en su escuela de alpinismo. Lo que no daría por las barritas energéticas de Rainier Wolfcastle.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Hemlock y Ben

La primera parte del entrenamiento consiste en correr por el monte detrás de una india neumática, porque, como ya sabéis, nada motiva más a un hombre que una chica escultural en shorts corriendo delante de él, sobre todo si está dispuesta a enseñarle los pechos cuando la sensación de ir a vomitar vence a las ganas de hacerse el machito.

Aunque en esta parte de la cinta es difícil prestar atención a otra cosa que no sean las vertiginosas curvas de la chica los hermosos paisajes de Arizona, fue aquí precisamente donde empecé a notar ciertas singularidades en la banda sonora, reminiscentes de cierta epopeya galáctica que se estrenaría dos años más tarde. Por lo tanto, no me sorprendió ver que John Williams estaba detrás de aquellas composiciones. Y ahí tenéis otro dato con el que quedaros mientras sobrevivís a esta sarta de memeces.

Clint Eastwood en Licencia para matar - La india

Por cierto, si hasta ahora os estabais imaginando la escuela de alpinismo del viejo Ben como un lugar perdido en las montañas donde hombres barbudos de cara quemada comparan sus pies para ver a quién le quedan más dedos, estabais equivocados. De hecho, el sitio es un auténtico complejo vacacional, con piscina, tumbonas, camareros y, lo que es más importante, ¡chicas en bikini!

Es en uno de sus bienvenidos descansos junto a la piscina cuando Hemlock se encuentra con otro viejo conocido: Miles Mellough. Resulta que Miles es el correo que entregó el microfilm al bando contrario, un agente homosexual que ya había traicionado al profesor en el pasado y que nunca se separa de su perrito ni de su joven y hercúleo guardaespaldas. Sumad eso a un profesor-asesino-alpinista y a un nazi albino y anémico y ya tendréis vuestra propia feria de rarezas.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Hemlock y Miles

Esa misma noche, después de una impresionante escalada al Totem Pole de Monument Valley (escena que las autoridades locales permitieron filmar a condición de que luego quitarán los pitones de los ascensos de años anteriores), Hemlock recibe una inesperada visita de la chica india, que se despelota según entra en el cuarto sin decir ni mu. Justo lo que me pasa a mí cada noche. Solo que en lugar de una chica india, es nadie, y en vez de un dormitorio, es una caja de cartón debajo de un puente.

En fin, como en los setenta el peligro de las enfermedades venéreas era algo así como el Fantasma de las Navidades Futuras, Hemlock y la chica no tardan ni medio segundo en ponerse a practicar el baile más antiguo que existe. En efecto, todo parece ir de perlas hasta que Hemlock se despista un instante y la chica lo deja K.O. inyectándole morfina en la espalda. Para un servidor… mereció la pena.

Por suerte para el profesor, Ben llega a tiempo de evitar que la cosa llegue a mayores, y cuando su amigo despierta, le explica que la chica ha delatado a Miles como autor intelectual del ataque. Como veis, la carrera de asesino a sueldo te obliga a jugarte la vida a diario, pero al menos el fornicio está asegurado. Una buena razón para escoger esta profesión en lugar de la de policía o bombero.

A la mañana siguiente, Miles sigue a Hemlock hasta el desierto con la intención de deshacerse de él definitivamente, pero su estrategia tiene un grado de falibilidad equiparable al de los planes del Coyote, y, al final, es Hemlock quien acaba abandonándole a una muerte segura en el páramo.

Clint Eastwood en Licencia para matar - La sanción de Miles

De nuevo en Suiza, Hemlock y su amigo Ben, que será el hombre base durante el ascenso, se reúnen con el resto del equipo de escalada, integrado por el propio Hemlock, un alemán, un francés y un austriaco (y llega un español y dice…). Al profesor todos le parecen sospechosos, especialmente el alemán, con su cara de Weisswurst y su carácter impertinente; pero el caso es que ninguno cojea. Dum, dum, dum… la trama se complica.

A estas alturas, como si a la película apenas le sobrasen personajes y escenas (la primera sanción podría haberse eliminado fácilmente del guión y el entrenamiento en Arizona reducirse a un montaje de cinco minutos con música de Survivor), resulta que el francés está casado con una pelandusca rubia, a la que Hemlock también decide considerar sospechosa. ¿Por qué? No lo sé. Tal vez necesita un motivo para comérsela con la mirada.

Clint Eastwood en Licencia para matar - La buscona

Más tarde, Jemima se reúne con Hemlock para decirle que el C-2 no ha averiguado nada nuevo sobre la identidad del asesino, y ambos hacen las paces. Después llega Pope con el mismo mensaje, aunque su verdadera intención es delatar a Hemlock hablando con él para que el asesino haga el primer movimiento y puedan pillarlo. De pronto, es como si la película quisiera aprovechar sus últimos minutos para justificar el haber introducido a todos esos personajes sin venir a cuento. Lo único que consigue, sin embargo, es prolongar nuestros bostezos unos minutos más.

No obstante, la peor parte, lo que más me irrita como espectador, es descubrir que todo el asunto, de principio a fin, es un montaje del C-2: el microfilm es más falso que un duro de chocolate y las sanciones solo son un medio para hacer creer al bando contrario que es de verdad. Por lo tanto, Hemlock ha estado arriesgando su vida para nada. Si la película acabase un minuto después de esta revelación, podría aceptarlo, pero todavía queda media hora por delante. Qué dolor.

Una vez en el Eiger, donde tienen lugar las escenas más espectaculares de la película (rodadas sin efectos especiales ni mariconadas modernas de esas), los escaladores van cayendo de uno en uno debido al mal tiempo hasta que solo queda nuestro protagonista, que pese a desconocer la identidad del asaltante, puede presumir de haber acabado con éxito su estúpida misión simulada sin siquiera haber apretado el gatillo.

La sorpresa llega poco después, cuando, tras un accidentado descenso en el que está a punto de perder la vida, Hemlock se da cuenta de que Ben cojea. «El frío afecta a las viejas mordeduras de la congelación», le explica su viejo amigo poco más tarde en el teleférico. Y la india neumática era su hija. Y Miles, el agente homosexual, ayudó a la chica a dejar las drogas. Y juro que no me estoy inventando nada.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Sorpresa final

Al final, Hemlock decide hacerse el longuis y dejar a Ben con vida. Dragón está convencido de que el segundo asaltante era uno de los tres escaladores fallecidos, y él no será quien trate de convencerle de lo contrario. Ha hecho el amor, respirado aire puro y sancionado a un par de tipos. ¿Qué más le puede pedir a la vida?

Conclusión

Así contada, la película no parece tan mala, ¿verdad?; rara si acaso. El problema es que dura más de dos horas, y, quitando los diálogos incisivos de Eastwood, un par de tetas y algunas escenas de riesgo en la montaña, el resto del metraje es bastante rollete. ¿Habéis visto algún documental sobre cañones después de comer? Y no me refiero a cañones de esos que hacen ¡KABOOM!, sino a los pasos entre montañas. Pues esta cinta es así de aburrida. Y si no me creéis, vedla y después volvéis para contármelo.

Puntuación: 2 piolets sobre 5.

Clint Eastwood en Licencia para matar - Puntuación

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Categorías: Cine-TV

9 comentarios

  • Raúl Retana
    13/08/2008 | 9:28

    Habrá que verla. A mi me ha gustado eso del Eiger, pero joder macho que cambio respecto al titulo original de la película; «licencia para matar»
    Jaja
    Un Saludo

    Responder a Raúl Retana
  • TioMac
    13/08/2008 | 11:38

    Diox que peliculon!!! Tal y como lo has puesto, ya estoy ansioso por verla. Voy a ver si esta en mis proveedores de descargas habituales.

    Responder a TioMac
  • Señor X
    13/08/2008 | 20:04

    Geniales los comentarios a pie de foto, el artículo en sí esta bien pero se hace algo largo.
    La película no la he visto, pero ahora tengo una buena razón para no hacerlo.

    Responder a Señor X
  • k3m
    14/08/2008 | 6:35

    Me van a linchar pero nunca he visto una de Clint Eastwood.

    Responder a k3m
  • El Tipo de la Brocha
    14/08/2008 | 9:03

    TioMac:

    Vela sólo por curiosidad. Nada más.

    Señor X:

    ¿Se te hace largo el artículo? Me alegro. Entonces es que he conseguido transmitir la sensación que produce la película.

    k3m:

    Si vas a ver una película de Clint Eastwood, por favor, no empieces por esta.

    Responder a El Tipo de la Brocha
  • NeoLink
    2/09/2008 | 18:17

    La verdad que la pelicula es un toston y un ir y venir de personajes a cual mas estupido.
    Resulta sorprendente ver que en film affinity tiene una media de 6,1 .

    Por cierto tio baun aritculo, me he reido bastante

    Responder a NeoLink
  • Maloi
    18/04/2010 | 15:54

    “Licencia para matar” está basada en la novela homónima de Rodney William Whitaker (en su casa tampoco saben quién es)» .
    Otro ejemplo mas de lo atrevida que es la ignorancia.

    Responder a Maloi
  • Piolin
    23/07/2012 | 5:06

    La han emitido hoy en Nitro, la he visto entera y………¡me ha gustado! jajajaja

    Responder a Piolin

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