Sep
7
2006

Ayer fue mi primer día de gimnasio

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Otro viejo clásico rescatado del disco duro…

Ayer fue mi primer día de gimnasio. Tendré que esforzarme mucho para que no sea el último. No quiero extenderme demasiado, pero os voy a contar partes de mi «actuación». Sólo tenéis que echarle un poco de imaginación e imaginaros a mi persona, un ser de 95 Kg, en una sala donde todo son modelitos o musculosos.

Lo primero era elegir la ropa, así que cogí de mi armario una camiseta estrecha. Pero no marcaba músculos, lo único que conseguí fue que se me saliera la tripa por debajo de lo corta que me quedaba.

Al llegar al gimnasio, me dieron una tabla con lo que tenía que hacer. Veinte minutos en bici era lo primero. Ridículo, 20 minutos pedaleando y sin moverte del sitio. Acabo y busco la monitora para que me enseñe a correr en una cinta. Por supuesto me metí en el water otros veinte minutos para descansar y secarme el sudor. También vomité.

– ¿Es la primera vez que montas? – me dijo la monitora.
– A ti sería la primera vez, churri (Esto solo lo pensé)
– Sí – le contesté.
– Bueno, te marearás un poco al bajar – me dijo.

Así que subo en la cinta y le doy velocidad. Mientras troto, veo unos pechos a mi lado subiendo y bajando al hacer mi mismo ejercicio. ¡Dios mío, dame vocabulario para describir semejante maravilla! No quiero mirar. Miro hacia delante y no veo más que turgentes culos, ¿estoy en el cielo?. ¡Piensa en otra cosa! – me digo. No es plan que te noten empalmado el primer día; o quizá sí, para que crean que eres así. El caso es que me pico con la guarra de al lado y me pongo a darle mucha, mucha velocidad a la cinta.

Y ahi me tenéis, corriendo como un gilipollas cuando de repente, la mejor tía del mundo, con el mayor escote del mundo y con unas mallas que dejaban leerle los labios, surge por mi lado izquierdo. Me despisto, dejo de correr y me arreo una ostia de boca en la cinta. Mi reacción fue la de un campeón, me puse a hacer flexiones apoyado en la cinta. Bueno, me puse, porque no hice ni una.

Enseguida vino una de las monitoras.

¿Estás bien?- preguntó.

Me levanté, me sacudí el polvo y entre lágrimas, pero con voz varonil y sacando pecho, le dije:

– Quiero más ejercicios.

Lo siguiente era el circuito Keiser. Al principio mola el nombre . Pero una vez que has hecho el circuito te pones a pensar si el tal Keiser ese no era un general nazi de uno de los campos de exterminio judíos. La cosa es así: imaginaos una máquina que trabaja no con placas sino con presión y pulsando un botón da presión y necesitas más esfuerzo para moverla y quitando presión lo contrario. El caso es que me toca una para los hombros.

La deja una señorita y llega mi turno. Me dice la monitora que me siente. Yo le contesto, todo chulo:

-Voy a darle más presión…
-Si, claro… – contesta ella.

Intento levantarla y lo consigo. Con los brazos arriba la hago gestos con la cabeza a la monitora para indicarle que todo está OK. Las venas de mi cabeza están a punto de estallar pero lo intento otra vez más. De repente surge de dentro de mí y en dirección al ano y en forma de gas un algo, un no sé qué y…

Pruuufffff. UN PEDO. ¡¡¡ DIOS!!!! ¿Dónde coño me meto?

Veinte personas en la sala. La gente susurrando: «Ha sido el empalmao», «Yo creo que se ha cagao» – decía la gente. Pero yo, sabiendo salir de esta situación (me pasa a menudo) intento hacer ruido con la zapatilla en el suelo haciendo creer a la gente que no ha sido lo que creen. Cuando lo consigo le digo a la gente de alrededor:

– Son nuevas y se pegan al suelo.

Mentira podrida. El caso es que paso a la máquina de al lado, no sin antes darle presión a la máquina que dejo para hacer creer al siguiente tío que puedo con mucho peso. Esto fue lo que hice en cada máquina que utilicé.

La siguiente era de bíceps. Como era fácil intenté lucirme. Sin embargo, notaba un olor raro. De repente miro hacia la máquina anterior y oigo como la gente comenta que el asiento está demasiado sudado. Empiezo a relacionar todo: olor, humedad… conclusión, me he cagado del esfuerzo de antes. Disimulando y silbando me dirijo al baño.

Parece fácil, pero andar con un chándal con la plasta en el culo se hace difícil. Llego al vestuario. Me meto en un baño, me quito el calzoncillo, meto el culo lo más que puedo en la taza y tiro de la cadena. Me seco con papel higiénico y salgo.

Continuo con otro aparato. De camino se me acerca un bombón de tía. ¡He ligado! y me dice:

– Tienes papel higiénico saliendo por tu pantalón

Tranquilos, también supe salir de esta situación:

– Es para el culis, digo ¡para el cutis! – le contesté.

Rápidamente me lo quité y me dispuse a acabar el circuito del nazi.

Resumiendo: 2 tirones, una fisura en una costilla y tres distensiones musculares. Aun así no me quejé. Quiero ser como esos deformes musculosos que creo que ligan un montón, así que llamé a la monitora para indicarle que había terminado:

– Abdominales. Vamos a trabajar las inferiores, las oblicuas y las superiores – me indica la zorra esa.

Con disimulo me levanto la camiseta para intentar diferenciarme los tres tipos de abdominales que según esta tía tengo.

– Quince de cada – me dice que haga.

Le miro y digo:

– Creo que puedo hacer 200 de cada – me acordé las que me hacía cuando estaba en 3º de BUP.
– Bueno, chico, tú mismo.

¡¡ UNA !! sólo me hice UNA abdominal. Sin embargo me asombraba que mientras yo hacia la abdominal un grupo de chicas estuviera frente a mi hablando.

Me incorporo de la abdominal, miro al espejo que hay frente a mi y deduzco porque me miraban: tenía toda la polla y el escroto saliéndoseme por la pierna del pantalón corto. ¡Coño! se me olvidaba que no llevaba calzoncillos.

Paso de contaros nada más, no os quiero aburrir. El caso es que acabo hasta los cojones, me levanto y me dirijo al vestuario para coger la ropa e irme. Según ando voy pensando en los 800 € que he pagado para venir durante todo el año. Me meto en la ducha individual. Hay gel, así que como veo que no hay nadie que me pueda ver, me unto la mano de gel, me agarro el pene y comienzo a masturbarme. ¡Lo mejor del gimnasio! Mientras gozo, no dejo de pensar en que tengo de volver mañana.

De repente se abre la puerta y aparece un maromo en pelotas. ¡Mierda! las duchas son dobles. Imaginaos mi cara con la mano en la polla llena de jabón. Intento disimular y el tío me comenta que un tío se ha cagado en la sala y ha dejado una peste de la ostia. Le corto y le digo que tengo prisa.

Por fin me fui con la cabeza baja. Me he saltado muchas cosas y pido disculpas por mi mala redacción. Vengo del médico y le he explicado que 12 skins me han dado una paliza:

– Se le nota – me dijo.

También en ion litio…

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Categorías: Humor

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